Por Felix Bruzzone
Siempre quise ir a la ciudad de Córdoba. Motivos personales, curiosidad. De lo personal se puede leer algo en algunos cuentos que andan por ahí. La cusiosidad, en cambio, es más movediza y tiene varias direcciones, como una brújula rodeada de imanes. Quizá sea por eso que recién el sábado pasado, a la noche, me subí al micro y me fui para allá.Me había invitado Carlos Ferreyra (nada que ver con los del Palacio Ferreyra, dice él cuando me muestra el museo, durante el city tour), que trabaja en La voz del Interior y es editor de Editorial Recovecos. El plan era llegar el domingo a la mañana, pasar el día allá, a la tarde leer junto a Diego Vigna y Hernán Arias en la Feria del Libro (coordinó Fernando Stefanich), y volver esa misma noche. Pensaba, durante el día, recorrer la ciudad. Quizá ir al Comando de Comunicaciones 141, donde mi viejo hizo la colimba como infiltrado del ERP en el 72 y lo entregó en el 73 (poco antes de su baja), momento desde el cual quedó en la clandestinidad hasta que desapareció, también en Córdoba, en el 76...
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