Hablan los que escriben. Hoy responde: Pablo Plotkin

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por Walter Lezcano

Hay periodistas que sólo hacen su trabajo como quien va al banco y cambia monedas a los clientes. Esa gente no es relevante, pasan sin dejar huella. Después están los tipos como Pablo Plotkin que trazan en la hoja una historia, o cuentan un destino o retratan un momento y cuando uno posa sus ojos ahí sale diferente a como era antes. Algo te dejan leer esas oraciones. Siempre.
Yo lo descubrí en las páginas de una revista de rock o cultura joven, no importa como quieran llamarla, prestigiosa: Rolling Stone.
Ahora, la cuestión es que la buena prosa puede revelarse en cualquier soporte y el rótulo de escritor no es importante sino que es mejor pensar en las escrituras, una concepción más sutil e interesante. Estamos hablando de poder ver que hay gente que tiene un estilo que puede ser una puerta a un lugar diferente al que uno se halla en el momento de leer.

Plotkin no solo mete el torno en Rolling Stone, sino también que es autor de un cuento tremendo, de esos que uno relee cada tanto para disfrutar y ver si puede robarle algo de su contundencia, llamado La mañana del robot. Ese texto levanta la cabeza y ser corta solo en una antología dispar, como todas (eso no es ningún sacrilegio).


Aparte de sacarle punta al lápiz y escribir, el tipo también pinta. Y muuuy bien. Miren si no:








Asi que tiene muñeca para varias cosas muy difíciles de llevar adelante como es trabajar en la construcción de belleza. Hay que prestarle atención a ese tipo de cosas. Ayudan a reconciliarte con la vida, porque eso ocurre cuando se leen cosas copadas como las que escribe Plotkin.


Hoy responde Pablo Plotkin:

1-¿Cuál fue el primer libro que leíste?
Probablemente uno de “Elige tu propia aventura” en el que se corría una carrera de autos. En la tapa había un collage de dibujos en el que se mezclaban un paisaje africano tipo Dakar (cebras y demás), una bandera a cuadros y el piloto que protagonizaba la historia.


2-¿Cuál fue el primer libro que compraste?
La primera compra de librería que recuerdo (con mi viejo) fueron dos ediciones de bolsillo: “Colmillo blanco” de Jack London y “Sin novedad en el frente” de Erich Maria Remarque. En el momento no terminé ninguno de los dos. También anduvo por ahí cerca “Socorro”, de Elsa Bornemann, una antología de relatos de miedo preadolescente que incluía un prólogo escrito por Frankenstein.


3-¿Cuál fue el primer libro que robaste? :
No recuerdo haber robado ningún libro. La única vez que lo intenté fue en una megalibrería de España (Fnac) y me interceptó la encargada de seguridad en la puerta. Nunca más.

4-¿Cuál fue el primer libro que influyó en vos de alguna manera?
Probablemente las viejas novelas de Stephen King (“Cementerio de animales”, “La hora del vampiro”, “La zona muerta”), y también las “Crónicas marcianas” de Ray Bradbury.

5-¿Qué necesitás para ponerte a escribir?
Tiempo. Sólo un poco. Con cuarenta minutos me arreglo para sacar unos cuantos párrafos. Pero a veces me cuesta encontrarlos. Y voluntad, que es el músculo más difícil de ejercitar.

6-¿Qué fue lo primero que escribiste?:
El otro día, vía Facebook, una compañera de la primaria me recordaba un cuento que yo había escrito en clase sobre un rosal que crecía para abajo. Parece que era un poco escabroso (no me extraña), aunque la verdad es que no lo recuerdo.

7-¿Qué fue lo primero que publicaste? ¿Cómo lo ves ahora?
Lo primero que publiqué, por fuera de lo periodístico, es un cuento que se llama “Mamá Rosa” y está en la antología “In fraganti”. Es una recreación libre de un caso tremendo que pasó en la Patagonia, donde una mujer tuvo a su hija muerta durante varios años (momificada) en la cama de su rancho. Desde el tiempo en que salió no volví a leerlo, pero creo que está bien. Es demasiado turbio, mi vieja apenas si pudo leerlo, pero bueno, por algún lado tiene que drenar la podredumbre.

8-¿Qué estás escribiendo en este momento?:
Prácticamente nada. Me estoy dedicando más a pintar, y a criar a mi segunda hija que apenas tiene seis meses. Tengo varios cuentos terminados y algunos que voy retomando desordendamente. En general están cruzados por algún tipo de situación extraña, entre onírica y tenebrosa o simplemente absurda.

9-Un libro imperdible
Uf, tantos… “Los siete locos” de Roberto Arlt.

10-Una definición de escritor
Alguien que se sienta y escribe. Alguien que agarra una hoja en blanco y la va llenando de letras. Tiene que ejercitar esta tarea con cierta frecuencia y disciplina para terminar dándole sentido a eso que escribe. Se pueden logran distintos niveles de emoción o elocuencia, pero casi todo depende de la voluntad. Las ideas, la aventura y la imaginación son universales.

Gracias, Pablo

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Apuntes de lectura. Hoy: Varadero y Habana marvillosa de Hernán Vanoli.

*Este último tiempo estuve leyendo solamente libros de cuentos. Por razones de laburo debo tomar varios colectivos por día. En esos viajes, por momentos interminables, las pequeñas dosis homeopáticas de literatura es lo único a lo que puedo acceder. Esto le contaba a Funes que al toque me dijo: Entonces tenés que leerte un libro que te va a partir la cabeza. Lo perdí de vista y volvió al cabo de unos segundos con un libro en la mano: Varadero y Habana maravillosa de Hernán Vanoli. Lo sacaron por Tamarisco, con esa delicada belleza visual que los caracteriza. Me vino bien ese regalo porque desde que me había enterado de que estaba en la calle lo quería tener.
Funes me lo dedicó.

* Leo la contratapa. Se menciona a J.G. Ballard y algo del trabajo con el tiempo. Dice: futuro perdido o un presente inaprehensible. No me parece que sea una buena decisión condicionar la lectura estableciendo cuestiones genéricas. Pero sobre todo, esto lo sabré una vez que termine el libro, colocar el nombre de Ballard no ayuda para dilucidar un referente ni proporciona una pista de comprensión. Lo de Vanoli es distinto. Y mejor.

* Son cuatro relatos contundentes que avanzan con una fuerza imparable, devastadora. Me hizo acordar a una vez en la que me peleé con un pibe que no podía para de darme piñas, tuvieron que sacármelo de encima entre varios. Eso mismo ocurre con las oraciones de estos cuentos. Pegan, y cada golpe deja una marca y, a la vez, abre un surco para el próximo golpe imparable. Y siguen adelante. La prosa de Vanoli no se detiene nunca.

*Otra cosa sobre el estilo: no hay adornos, es crudo y accesible. Supongo que esa familiaridad con la que uno recibe esas palabras que usan hasta los menos ilustrados habrá llevado mucho trabajo. En literatura, lo natural carga en la mochila un esfuerzo increíble.

*De los cuatro cuentos, Funeral gitano, Varadero y habana maravillosa, Elsa volvió a casa y Castores, el que más me gustó fue el primero: Funeral gitano. Es una buena elección para arrancar el libro ya que se condensa en él mucho de lo que se verá en las siguientes páginas: violencia, política implícita, perversa intimidad e imprecisión espacio-temporal.
Esto último se relaciona con elementos que aparecen el los cuentos para los cuales uno no encuentra explicación y te ponen nervioso. El sentido se te escapa ya que se viven situaciones que no parecen contemporáneas ni naturales. Se empiezan a multiplicar en tu cabeza los signos de interrogación. Pero lo bueno es que el narrador nunca lo explica. Uno termina un relato y mientras va al almacén a comprar fiambre para cenar sigue intentando esclarecer muchas de las cosas que leyó. Eso me pasó a mí. Y fue una hermosa sensación.
Como todo buen escritor, Vanoli sólo es leal con la historia.

*Algo más sobre el narrador: siempre es una persona joven. Mujer u hombre. No importa, la empatía es inmediata. Me encantan los relatos en primera persona.

* Los textos, aparte de todo ese trabajo con el contenido, son entretenidos. Esa es una virtud que muchas veces se deja de lado en nuestra literatura, pensando que pueden ser desalmados o vacíos. Nada que ver. Se pueden conjugar las dos cosas y largar un escrito poderoso.

*El otro día hablando de escritores jóvenes me decía un amigo:
—Estos tipos la tienen atada, loco.
Hablábamos de que hay gente de nuestra edad, caso Félix Bruzzone por ejemplo, alrededor de los treinta, que escriben de una manera increíble. Con un oficio que nos parecía propio de gente mucho más grande.
Luego de leer Varadero y Habana maravillosa uno se da cuenta de eso. De que Vanoli también juega en primera porque demuestra que los buenos libros saltan el cerco de los géneros, son entretenidos y pueden desarticular cualquier esperanza que tenga el lector acerca de la inmediata comprensión de lo que sucede en esas páginas demoledoras.

Apuntes de lectura. Hoy : El desamparo y Piquito de oro de Gustavo Ferreyra



Barruntar. La utilización de este verbo puede darnos una clave de la utilización que hace de las palabras el autor en El desamparo, y nos sirve también para ver de que manera se representa en ella la realidad: con una profundidad desoladora. Porque los personajes de Ferreyra barruntan en vez de pensar o reflexionar. Y lo hacen con una intensidad tal que pueden perderse en esa red de ideas abrasadoras que no tienen ningún fin más que mostrar que los seres humanos son desconocidos hasta para sus más íntimos familiares.

La historia que se cuenta es la de Marcos y Luis, médico urólogo el primero y antropólogo el segundo. Y de cómo cumplir con los mandatos sociales, terminar carreras universitarias prestigiosas, no alcanza para conseguir la felicidad o aunque sea una pequeña tranquilidad.

El derrotero de los protagonistas se relata en tres partes, desde que son estudiantes hasta que concluyen sus estudios y buscan estabilizarse dentro de una sociedad que se muestra fracturada a partir de la construcción de un muro que separa la ciudad. Una ciudad sin nombre pero que el lector puede asociar con la Capital Federal.

En su paso por la facultad, Marcos vende vómitos a un laboratorio para mantenerse y descubre a un grupo selecto de alumnos que junto a un docente excéntrico se juntan a practicar la antropofagia, comen pedazos de carne humana que son asados en una pequeña parrilla, como método de profundización de conocimiento del cuerpo humano. La lectura de esas páginas es de una contundencia arrolladora y producen una sensación muy vívida de espanto y nauseas. Ferreyra ha declarado que se divierte horrores y se ríe mucho mientras escribe. Nada de eso ocurre cundo uno va pasando las páginas de esos acontecimientos. Mientras tanto Luis intenta abandonar la casa donde vive por razones que no explican. Estos hechos los muestran a los personajes incómodos con la situación que les toca vivir. Estado que se mantendrá durante todo el texto. Y esta insatisfacción se mantiene cuando Marcos se casa con Alejandra y tienen una hija a la que considera fea y, cuando ingresa a un jardín donde no logra adaptarse, retrasada.

La novela plasma con crudeza las miserias de estos personajes ensimismados (les cuesta relacionarse con los demás), desamparados(cerca del final de la novela encontramos a Luis trabajando en una empresa de construcción y a Marcos dejando un hospital), paranoicos (dudan de las intenciones de todos los que lo rodean) y obsesionados por el sexo (piensan en él hasta en las situaciones más desiertas de erotismo), que no encuentran la manera de encajar dentro de los moldes establecidos de la sociedad.

Esta novela, la segunda del autor, fue editada en el año 1999 por Sudamericana y pasó absolutamente desapercibida para todos, público y crítica. Lo que nos lleva directamente a la última novela de Ferreyra.


Piquito de oro ha sido señalada por varios medios, merecido galardón, como una de las novelas del año que pasó. Aquí la se cuentan en paralelo dos historias, la del piquito de oro que menciona el título y la de una familia al que le asesinaron al padre médico, a metros de su casa.

Este texto está marcado a fuego temporalmente, cinco meses posteriores al derrumbe del dos mil uno. Del cinco de mayo al veinte de septiembre del dos mil dos. Datos que el mismo escrito muestra desde su entrada en la página a modo de diario personal.

Los relatos no se cruzan en ningún momento, pero transitan en un mismo espacio territorial que las hermana desde el aspecto político e idiosincrático. Son personajes de clase media que armaron su vida en un país llamado argentina y que no pueden escapar de esa condición.

La historia de la familia maneja la tercera persona para ser contada, mientras que la primera persona utilizada por Piquito de oro, un hombre joven al que nunca le descubrimos el nombre mantenido por una señora mayor que él, es de una destreza y un ritmo ejemplar. Vamos descubriendo cada uno de sus poderosos pensamientos y desvaríos delirantes a lo largo de la novela.

Y nuevamente estamos en presencia de la desintegración de un modelo social e íntimo que no puede hallar asidero en ninguno de los protagonistas de la novela. La familia es una condena y la vida en pareja descubre un ocultamiento de los verdaderos intereses de los que duermen juntos cada noche como si se conocieran. Nuevamente Ferreyra viene a traer noticias devastadoras sobre el modo en que se relacionan las personas. Y, de paso, muestra de qué manera lo social, esa incursión política de su prosa, afecta a todos los seres que habitan sus maravillosos y deslumbrantes textos.

Walter Lezcano