Apuntes de lectura. Hoy: Varadero y Habana marvillosa de Hernán Vanoli.

*Este último tiempo estuve leyendo solamente libros de cuentos. Por razones de laburo debo tomar varios colectivos por día. En esos viajes, por momentos interminables, las pequeñas dosis homeopáticas de literatura es lo único a lo que puedo acceder. Esto le contaba a Funes que al toque me dijo: Entonces tenés que leerte un libro que te va a partir la cabeza. Lo perdí de vista y volvió al cabo de unos segundos con un libro en la mano: Varadero y Habana maravillosa de Hernán Vanoli. Lo sacaron por Tamarisco, con esa delicada belleza visual que los caracteriza. Me vino bien ese regalo porque desde que me había enterado de que estaba en la calle lo quería tener.
Funes me lo dedicó.

* Leo la contratapa. Se menciona a J.G. Ballard y algo del trabajo con el tiempo. Dice: futuro perdido o un presente inaprehensible. No me parece que sea una buena decisión condicionar la lectura estableciendo cuestiones genéricas. Pero sobre todo, esto lo sabré una vez que termine el libro, colocar el nombre de Ballard no ayuda para dilucidar un referente ni proporciona una pista de comprensión. Lo de Vanoli es distinto. Y mejor.

* Son cuatro relatos contundentes que avanzan con una fuerza imparable, devastadora. Me hizo acordar a una vez en la que me peleé con un pibe que no podía para de darme piñas, tuvieron que sacármelo de encima entre varios. Eso mismo ocurre con las oraciones de estos cuentos. Pegan, y cada golpe deja una marca y, a la vez, abre un surco para el próximo golpe imparable. Y siguen adelante. La prosa de Vanoli no se detiene nunca.

*Otra cosa sobre el estilo: no hay adornos, es crudo y accesible. Supongo que esa familiaridad con la que uno recibe esas palabras que usan hasta los menos ilustrados habrá llevado mucho trabajo. En literatura, lo natural carga en la mochila un esfuerzo increíble.

*De los cuatro cuentos, Funeral gitano, Varadero y habana maravillosa, Elsa volvió a casa y Castores, el que más me gustó fue el primero: Funeral gitano. Es una buena elección para arrancar el libro ya que se condensa en él mucho de lo que se verá en las siguientes páginas: violencia, política implícita, perversa intimidad e imprecisión espacio-temporal.
Esto último se relaciona con elementos que aparecen el los cuentos para los cuales uno no encuentra explicación y te ponen nervioso. El sentido se te escapa ya que se viven situaciones que no parecen contemporáneas ni naturales. Se empiezan a multiplicar en tu cabeza los signos de interrogación. Pero lo bueno es que el narrador nunca lo explica. Uno termina un relato y mientras va al almacén a comprar fiambre para cenar sigue intentando esclarecer muchas de las cosas que leyó. Eso me pasó a mí. Y fue una hermosa sensación.
Como todo buen escritor, Vanoli sólo es leal con la historia.

*Algo más sobre el narrador: siempre es una persona joven. Mujer u hombre. No importa, la empatía es inmediata. Me encantan los relatos en primera persona.

* Los textos, aparte de todo ese trabajo con el contenido, son entretenidos. Esa es una virtud que muchas veces se deja de lado en nuestra literatura, pensando que pueden ser desalmados o vacíos. Nada que ver. Se pueden conjugar las dos cosas y largar un escrito poderoso.

*El otro día hablando de escritores jóvenes me decía un amigo:
—Estos tipos la tienen atada, loco.
Hablábamos de que hay gente de nuestra edad, caso Félix Bruzzone por ejemplo, alrededor de los treinta, que escriben de una manera increíble. Con un oficio que nos parecía propio de gente mucho más grande.
Luego de leer Varadero y Habana maravillosa uno se da cuenta de eso. De que Vanoli también juega en primera porque demuestra que los buenos libros saltan el cerco de los géneros, son entretenidos y pueden desarticular cualquier esperanza que tenga el lector acerca de la inmediata comprensión de lo que sucede en esas páginas demoledoras.

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