Hablan los que escriben. Hoy responde: Eduardo Berti.


por Walter Lezcano

A veces creo que mi vida no tendría sentido sin la música. Son días en los que la suerte me señala con un dedo y se me caga de risa en la cara. Entonces pongo rock and roll a todo lo que da en un pequeño equipo viejo que tengo en el living de casa y puedo levantar la cabeza. Si, la música como salvavidas o salvamomentos. Desde muy pibe lo viví de esa manera, por eso mi compulsión a comprar revistas de Rock. Compro, ahora que puedo porque antes me las miraba embobado y triste en los puestos de diarios o se las pedía a un amigo con guita, la Rolling Stone, Inrockuptibles y La Mano. Y también libros.
La literatura rockera es un género complejo. Hay que superar la fascinación por las estrellas y la adulación como modo de acercamiento. Muchas veces el periodista queda rendido ante las hazañas del héroe y lo que nos llega es un texto que tiene como función ser la prueba de que estuvieron presentes allí donde nadie más puede acceder. Yo estuve ahí, parecen decir. No hay nada interesantes en esas notas, esas palabras no sucitan mas que bostezos. Sin embargo hay personas que pueden escribir con un estilo diáfano sobre algo tan irracional como la música. Una de esas personas es Eduardo Berti.
Yo había leído que Crónica e iluminaciones era algo así como como un tesoro.

Por inconseguible, y , sobre todo, porque había marcado un paradigma en el terreno de literatura sobre rock. Y estaba el tema de que se trataba de Spinetta. Un significante que puede abrir la posibilidad de hallar una bocha de significados. Yo a mis catorce años era fanático del flaco. Había escuchado infinidad de veces cada uno de sus discos y creía en lo que decía como sólo se puede confiar en los ídolos. Para mí era a la vez oráculo y destino. Ahora ya no, ¿qué importa eso? El pasado es el camino, no hay que olvidar eso.
Entonces tenía dos buenas razones para conseguir el libro. Conocía la prosa de Berti por las notas sobre música. Análisis, soltura, claridad, inteligencia, sutileza, todas esas cosas duraderas que uno descubre en ciertas plumas y que da gusto encontrar en las páginas fugaces de un diario o una revista.
Recorrí las librerías de Capital, del centro para ser veraz, y ni noticias del texto. Y después de un tiempo desistí la búsqueda. No hay que forzar ciertos encuentros. Van a ocurrir si es que así tiene que ser. Entonces unos años después, en la gloriosa Feria de Solano veo una mesa con libros apilados, y , por costumbre, los levanto para ver si hay algo que valgo la pena y ahí estaba. Era un sábado a la una de la tarde. Lo que demuestra que en cualquier momento, en cualquier lugar, lo maravilloso se puede hacer presente. Compré Crónica e iluminaciones a un precio irrisorio y fui a mi casa y me leí de un saque.
Se aprende mucho con libros como ese. Por ejemplo que no hay géneros menores, ni temas que no puedan ser renovados por una mirada despierta. Lo que implica que hay que estar despiertos. Siempre.
El libro lo deja hablar a Spinetta. Y el laburo de Berti es contextualizar, relacionar, preguntar y repreguntar. En fin, poner en práctica ese ejercicio de cuestionar y no dar nada por hecho llamado inteligencia.
Y lo encontré cerca de casa. Así es, lo bueno no está lejos de donde nos encontremos. No hay que engañarse.
Al flaco ya no lo escucho, pero a Berti lo sigo leyendo como siempre. Algunas cosas quedan y de otras solamente el recuerdo.
Y a no olvidarlo: Mañana es mejor. Siempre.

Hoy responde Eduardo Berti
1-¿Cuál fue el primer libro que leíste?

El libro “Upa”, que entonces se usaba para aprender a leer.


2-¿Cuál fue el primer libro que compraste?

No estoy seguro… Creo que el primer que pedí fue uno de la colección Robin Hood, seguramente. Pero mi primera imagen de estar solo en una librería, comprándome un libro, es algo difusa. Me parece que compré algo de Kafka, si la memoria no me falla.


3-¿Cuál fue el primer libro que robaste?

Siempre fui muy cobarde para robar libros de las librerías. Mis amigos volvían de la Feria del libro con los bolsillos llenos. Yo, más que robar, “encargaba”: traéme tal o tal otro. Pero una vez robé un libro de una casa donde unos amigos estaban veraneando. Era un libro de Platón (una lectura no muy de verano, lo sé…). Los dueños de la casa la alquilaban amueblada, con biblioteca y todo. Supongo que habrán pensando: “Quién se va a afanar un libro de Platón”.


4-¿Cuál fue el primer libro que influyó en vos de alguna manera?

Supongo que el mismísimo “Upa”, porque me cambió la vida: empecé a leer.


5-¿Qué necesitás para ponerte a escribir?

Papel y birome (o lápiz). Y que no me hablen al lado a los gritos… Al menos no en un idioma que entiendo. Puede haber ruido general. Puedo estar en un tren. Puede haber música instrumental. Eso no me afecta mucho. Pero me mata que alguien hable fuerte, porque me interfiere.


6-¿Qué fue lo primero que escribiste?

Unos cuentitos, a los 10 años, más o menos. Y también una historieta (yo escribía y dibujaba, lo último pésimamente) llamada “Mic, el marciano”.


7-¿Qué fue lo primero que publicaste? ¿Cómo lo ves ahora?

Lo primero fue un cuentito en una revista de la escuela secundaria. Horrible.


8-¿Qué estás escribiendo en este momento?

Acabo de terminar un libro de cuentos. Espero que sean mejores que el de la revista escolar.


9-Un libro imperdible

“El barón rampante”, de Italo Calvino (por nombrar uno solo)

10-Una definición de escritor

Creo que fue Thomas Mann el que dijo una vez que un escritor es alguien para quien escribir es una tarea más difícil que para cualquier otro. No está mal como definición.

Gracias, Eduardo

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