Hablan los que escriben. Hoy responde: Julián Bejarano.

por Walter Lezcano

¿Cuál fue el primer libro que leíste?

No sé cuál fue el primer libro que leí. Tengo recuerdos de estar tirado en la cama con 15 años en verano en Entre Ríos leyendo contra mi voluntad y mis deseos el Túnel de Sábato. Lo leí por obligación y de mala gana. Leer esa novela a esa edad fue como un castigo para mí. A mí me gustaba jugar a la pelota y al Sega, ahora también. De chiquito más que nada leía los diarios de Buenos Aires que llegaban a las 12 del mediodía al kiosco de revista que tenían mis tías. En la esquina mítica de Segundo Sombras y Los ceibos en San Agustín. Después los salíamos a repartir con mis primos en bici. Yo tenía una Diamond Back Venom negra (alta BMX). Cargábamos los diarios en una mochila de jeans me acuerdo pesadísima.
Después una profesora de la secundaria que nos daba filosofía a la que le decíamos “la rata parada” nos estimulaba a leer libros que estén relacionados a nuestros gustos. Como yo le decía que lo único que me importaba en ese momento era el fútbol, me recomendó un compilado de cuentos de escritores famosos sobre dicho deporte. Me gustó leer ese libro pero tampoco fue algo increíble. De hecho presté el libro a un compañero que sabía en el fondo no me lo iba a devolver nunca. Fue lo que finalmente pasó. Y tampoco me importó demasiado.     

¿Cuál fue el primer libro que compraste?

Ni idea. Mejor te cuento el último que si me acuerdo porque lo compré el viernes. La biografía que escribió Walter Isaacson sobre el gigante de San francisco Steve Jobs.

¿Cuál fue el primer libro que robaste?

Robé una sola vez en mi vida un libro. Y se lo regalé a un amigo. No te cuento el autor ni el libro ni el amigo porque capaz que me descubren.

¿Cuál fue el primer libro que influyó en vos de alguna manera?

Yo empecé a leer de grande. Te diría pasado los 20. Mi mamá me contó hace poco que cuando era chico ella me quería pagar para que lea pero dice que ni el dinero lograba seducirme. Era lógico. Mi mamá no leía y mi papá tampoco. Sin embargo en mi casa había una biblioteca más o menos grande, que nadie había tocado nunca. Estaban de adorno. Rarísimo. En esa biblioteca estaba la colección completa que había sacado Bruguera que se llamaba Colección de Literatura Universal. Yo los agarraba y los garfiaba pero no los leía. Tuvieron que pasar muchas cosas para que me enloquezca por la poesía y por el arte. Entre todas esas cosas hay tres que fueron fulminantes: La obsesión del espacio de Ricardo Zelarayán, Segovia de Daniel Durand y El maizal del gregoriano del Arnaldo Calveyra. De alguna manera logré llenar ese vacío de no haber leído nada que realmente me apasione desde los 5 a los 20. Yo escuché decir una vez a Irene Gruss que hacer eso es imposible. No me animé a levantar la mano y contradecirla. Pero me hubiera gustado decirle que ese vacío de no leer de chiquito se puede llenar con otra cosa. Con jugar a la pelota, a la bolita, con andar en bici, con salir a bailar, con tener novia, con la tele de los noventa, las peli, con el Contra, con el Street Figther, con la música, etc. Pero bueno se lo digo ahora: yo logré llenar el vacío.

La relación con la lectura no se basa en la cantidad sino en la calidad.  


¿Qué necesitas para ponerte a escribir?

Necesito estar bien. Contento. Que me salga bien el mate. Te diría que necesito la misma sensación que da dormir 3 horas de siestas de un tirón.

¿Qué fue lo primero que escribiste?

Lo primero que escribí fue una canción. Que haber… capaz que la puedo encontrar, bancame…

No la encontré, gracias a Júpiter. Pero me acuerdo que se la escribí a una chica que me gustaba que era de Conscripto Bernardi un pueblito de Federal, Entre Ríos. El estribillo era raro. Intentaba decir como que a mí me gustaba la forma de hablar de esa chica. Siempre me gustó escuchar hablar. Y esa chica que venía de una llanura re western entrerriana metía unas palabras maravillosas cuando se comunicaba. Era una chica que sabía andar a caballo y toda esa onda. Después le escribí un poema bastante bardero y de resentido que se llama Ella sí que tenía velocidadque es el texto con el que cierro mi segundo libro A Eda, por su dulzura.    

¿Qué fue lo primero que publicaste? ¿Cómo lo ves ahora?

Lo primero que publiqué fue un libro que escribí en 3 días y que me lo edité yo mismo que se llama Reciclaje. El diseño lo hizo mi primo Martín, un genio. El interior lo hizo con un WordPad en una máquina viejísima. Hice 25 ejemplares y lo presenté en un bar que se llama Stone de acá de Paraná. La concurrencia total al evento no sumaba ni la cantidad de los dedos que tengo. Unos amigos me habían hecho el aguante. Los regalé a todos. Yo no tengo ninguno. Aunque en casa tengo uno que le pertenece a Paula (mi novia) y que está en su biblioteca y no me lo deja tocar (aunque ahora que no esta se lo agarré). Es malísimo, aunque podría haber sido peor. De hecho nunca, hasta ahora, me había hecho cargo de él. Nunca lo incluí en una bio mía. Pero ahora estoy más grande y me cago de risa. Si me hubieras hecho la pregunta hace unos años te hubiera mentido y lo hubiera ocultado. Ahora me tomo con soda mi trabajo de escritura. No me preocupa. Antes me enloquecía y buscaba el poema perfecto y sin errores. Y trataba de no quedarme atrás y estar siempre al tanto de la moda, qué era lo que se estaba escribiendo en Buenos Aires y todo eso. Hasta que me di cuenta que era una carrera absurda y que me estaba olvidando de quién era y de donde había venido. En algún punto por ahí pensaba que ese estado de frenesí producía a su vez una perdida bastante grande de frescura, de escribir para nadie, de no darte cuenta de lo que estás haciendo y la corté. Ahora estoy más zángano y despreocupado. Que todos se adelanten. Yo prefiero quedarme encerrado en mi casa. Ya no me hago la cabeza, estoy un poco más zen. A partir de conocer mis limitaciones estoy mejor conmigo mismo. No hace mucho leí una frase de Fogwill que me pareció estupenda y que tiene que ver con lo que te cuento: “Tendrías que leer mis últimas novelas para ver qué diferencia hay entre la literatura escrita con placer para el goce de leer de los que saben, de la escrita con malestar para el sufrimiento de los que creen leer y no saben que hay goce”.

¿Qué estas escribiendo ahora?

Ahora no estoy escribiendo nada. Estoy más bien corrigiendo cosas viejas y nuevas. Que tenemos pensado sacar en el 2013 con Gigante. Pero no te puedo contar más. Es un proyecto bastante gigante y que tiene que ver con bastante material, como para levantar una casa más o menos. Pero con mi coequiper Manuel Podestá estamos laburando tranquilos y despacio. Nadie nos corre. Tratamos de imitar la filosofía de los municipales entrerrianos que a veces se tiran arriba de las máquinas al costado de la ruta a sombrear a la siesta.

Un libro imperdible

El empapado Riquelme de Francisco Mouat. Editorial Del naufrago. Es un caso real sobre un banquero chileno que se pierde en el desierto de Atacama y que lo encuentren un montón de años después. Tremenda historia, zarpada.

Una definición de escritor

Para mí es alguien que tiene la misma cantidad de libros en la cabeza como calles caminadas en su vida. Tiene que tener mucha memoria y oído. Tiene que saber mirar y separar. Sobre todo, paciencia.


Gracias, Julián.

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