Meets Funes. Una introducción.
La onda es intervenir. Tratar de contaminar algún espacio, por más pequeño que sea, para no sentir que mi destino lo escriben otras personas. De eso se trata escribir, de eso se trata la literatura. Y también la docencia.
El inesperado mes libre me puso introspectivo. Trato de no acostumbrarme a las cosas, que esto que hago no sea un oficio sino mi forma de habitar el mundo. No funcionar con piloto automático. Y una de las maneras que tengo de hacer un mejor laburo es zambullirme en los libros cada vez que puedo. Para tener un sueldo decente que me permita pagar el alquiler de casa y tener algo sobre el plato cada noche tengo que cargarme la mochila de horas, ir de un colegio a otro, agarrar lo que haya. Y eso dificulta el plan de mantener una formación constante, progresiva. Falta tiempo para hacerlo. Así que de golpe tuve una cantidad de horas por delante, guardado en casa, lo cual me puso alegre ya que por fin iba a poder lanzarme sobre algunos textos a los que les tenía ganas desde hace rato. Me esperaban apilados en el piso, al lado de la cama. Ese era un buen plan. Darle y darle a las páginas, pensar en ellas e intentar descifrarlas y desmantelarlas para descubrir sus mecanismos, sus herramientas. Seguir aprendiendo a leer; algo que no termina nunca. Y como tengo un problemita con las cosas que se terminan, me encanta. Esa era la idea. Pero apareció Funes.
La segunda editorial más chica de Latinoamérica, reza la leyenda representativa en la página de La Funesiana. Yo llegué, de casualidad, un día, a su sitio en internet. Desde allí se proponía una idea maravillosa: que hubiera editoriales en todos lados. Estaba gratamente intrigado, pero no alcanzaba a comprender como venía la mano. Mandé un mail. Me contestaron al toque y me invitaron a conocer la editorial para hablar mejor. Acordamos un día y me fui para allá.
Nos tomamos el 148 letra G. Cuarenta y cinco minutos después bajamos en Constitución. Agarramos Juan de Garay y caminamos unas diez cuadras yendo para Parque Patricios. Finalmente llegamos a la dirección que me pasaron. Tocamos el timbre de una puerta altísima y salió un tipo joven con anteojos: Funes. Amable, el tipo. Subimos unas escaleras e ingresamos a una pieza diminuta. Me entero luego de que ese es el centro de operaciones de la editorial: una mesa redonda, una notebook, una impresora, un estante con pocos libros, un ropero viejo con una prensa adentro, dos escritores, una guillotina. Funes está terminando algo en la computadora y me siento a esperar a que se desocupe. El tipo hace tranquilo sus cosas. Eso me gustó. No estaba tratando de venderme nada. Finalmente se sienta y me pasa un mate y nos largamos a hablar. El proyecto es que la gente pueda tener su editorial independiente en la zona donde vive. Que exista un lugar donde los escritores tengan un espacio para publicar sin necesidad de trasladarse a capital.
¿De dónde sos? Me pregunta
De Solano, contesto. No sabe dónde queda. En el culo de Quilmes, le grafico.
Le cuento que en la ciudad tenemos un montón de locales que venden electrodomésticos y una sola librería. Eso dice mucho de nosotros, ¿no? Y encima sólo labura con las grandes editoriales. Cada tanto me doy una vuelta y agota ver siempre los mismos nombres. Estoy podrido de Anagrama (libros caros, traducciones horrendas) en la vidriera. Si uno se da una recorrido por las librerías de los alrededores (Quilmes, Lomas de Zamora, Adrogué, por decir lugares que transito asiduamente) se ve claramente esta operación de limitar el acceso a otro tipo de literatura, a nuevos autores, a paisajes distintos.
Funes me cuenta que la tirada de cada libro de la editorial es de cuarenta ejemplares, cosidos a mano, artesanales. La intención es abaratar costos para hacer circular libros interesantes. Me entusiasmo. Él me explica que imprime uno, después fotocopia y empieza el laburo pesado: la fabricación. No es fácil. Claro que sí, pienso. Me encara que si yo quiero aprender a encuadernar no me cobra. La condición es que arme mi editorial en Solano.
Y yo digo que sí sin dudarlo. Pocas veces estuve más seguro de algo en mi vida.
Me cuesta aprender a encuadernar. Básicamente por que soy un inútil para los trabajos manuales. Sin embargo, le pongo onda. Funes es un maestro paciente, generoso, para un aprendiz inservible. Cuando obtengo mi primer resultado, compruebo que eso que hablamos hace unos días es posible, que estos son objetos contundentes que tienen la presencia definitiva de los libros. Uno de estos no desentonaría para nada en cualquier biblioteca. Si, es bello.
Me ofrezco a ayudar a Funes con la antología de cuentos que está por sacar: Autogol. No es un compilado de relatos futbolístico, ni temáticos. A diferencia de las antologías recientes, direccionadas y marketineras, ésta deja libertad para cada autor muestre lo que tenga ganas, algo que los represente. Ya fue hecha la selección, la corrección y ahora las fotocopias están sobre la mesa.
En el bunker de la Funesiana, rebelándose contra la concepción quejosa que augura la muerte del libro, afuera la porcina en su pico máximo arrasando la ciudad, Lloyds (corrector y autor de uno de los cuentos) y Funes (editor y luchador) trabajaban a destajo cosiendo, pegando, para llegar con la fecha prevista para la presentación del libro. Yo me sumo con lo poco que puedo dar (me mandé un par de cagadas que fueron solucionadas sin estridencias). Hay algo de gesta heroica en todo esto. Por anónima, por inconsciente y por solitaria. Pero se lleva adelante sin énfasis. Esto es algo de todos los días.
Llegaron sobre la hora con todo, pero llegaron. El arte consiste en zafar. Era la primera vez que iba a una presentación de un libro, y fue una fiesta. Desparpajo, música y en un costado una mesa con el motivo de la velada. Por el lugar circulaban algunos de los autores, como la birra. Me fui tipo doce, la fiesta seguía. No porque quisiera sino porque me iba a quedar sin bondi para volver a casa. El karma de vivir al Sur, lejos de donde pasa lo que a uno le gusta.
Todavía me falta aprender algunos trucos, no tengo bien dominada la técnica. El hecho de saber que hay un proyecto en marcha es lo importante. Estoy practicando con ganas, pensando en lo vital de este tipo de aventuras. Me dijo un amigo: Hay un paradigma impuesto y vos querés derribarlo e imponer otro. Sí, nadie lee y yo quiero armar una editorial. De eso se trata.
Moviéndome en la feria de la esquina de casa, la gloriosa feria de Solano, conseguí una prensa de papel a pocos pesos. Y con la ayuda de mi novia voy a poder comprar una impresora. Los primeros pasos se están dando lentamente, a los tumbos. Falta mucho. No estamos apurados. Hay que ver cómo armamos una movida acá en el conurbano Sur, en esta tierra desalmada y reacia a cualquier actividad que implique prestar un poco de atención. Lo intentaremos. Eso demuestra que tenemos todo el futuro para nosotros y hacer que funcione. La onda es intervenir. La prepotencia de trabajo y todo eso.
Hoy responde Lucas Funes Oliveira
1-¿Cuál fue el primer libro que leíste?
De chico no leía nada más que los suplementos deportivos o el diario, los domingos. Miraba mucha tele o jugaba a los jueguitos aunque básicamente jugaba al fútbol todo el día. Eso hasta el primer año de la secundaria, que leí el "Nunca más". Me lo había dado un compañero para pasárselo a una chica que se lo había pedido. Mauro Ariani estaba muerto de amor por Andrea Acosta, la más traga de la división (que encima estaba buenísima). Y se quiso mandar la parte prestándole ese libro que ella no podía encontrar o no sé qué chucha. Como no iba a ir ese día, me lo pasó para que se lo entregue. Cuando lo chusmee, en el colectivo, no lo pude largar. Estudié la secundaria en el Nacho de Villa Devoto pero vivía en Villa Lugano. Así que tenía como 30 minutos de ida y de vuelta en el 114. Estuve una semana contando los minuotos para subirme al colectivo y poder leer. Un par de veces, algunas personas me miraron mal arriba del bondi así que mi vieja me prestó unos papeles para envolver la tapa y que no me jodieran. En esa época me molestaba que me miraran mal. Así que me encerraba dentro del libro todo el viaje. Ahora que lo pienso, es muy fuerte la imagen. Encerrado en mí mismo, dentro de una jaula con ruedas, leyendo las historias tremendas de torturas y encierro que absorbí con fascinación morbosa. Nunca fui al psicólogo pero supongo que esa primera lectura consciente y metódica habrá sido fundacional.
2-¿Cuál fue el primer libro que compraste?
El túnel, de Ernesto Sábato. A mi amigo Lautaro se lo compré. El y su hermano Luciano coleccionaban El Gráfico que salía los lunes a la noche (¿sigue saliendo el mismo día a la misma hora?) y un día su jefe, el Polo, le regaló una más porque pensó que había una nota sobre el Manteca Martínez, gran goleador bostero. Como no había salido nada del Manteca pero sí una nota sobre el difícil momento que atravesaban las inferiores de Nueva Chicago (tenía la fabulante idea de que me aceptaran si me probaba), Lauti me vendió la revista a mitad de precio, lo que ya era un gran favor porque las celaba con ahínco. Iba todos los viernes a jugar al PC Fútbol y cuando le pagué, me senté a mirar la revista y me dijo:
-¿No querés este libro, también?
-¿A cuánto me lo dejás?
-Dame un peso más.
-Dale.
3-¿Cuál fue el primer libro que robaste?
Era uno de filosofía. No me acuerdo el título ni el autor. Sí me acuerdo que lo robamos con Fabio Rizzo. Un bailarín y coreógrafo del CC Rojas. Daba unas clases poco concurridas pero muy intensas. Ese pibe, ahí adentro, les cambiaba la cabeza a sus alumnos. Los volvía come-cráneos sin descanso. Los hacía Hombres y Mujeres con un objetivo.
Nunca me voy a olvidar la vez que lo robamos porque me lo crucé en la calle, Corrientes y Callao y me dijo, vení, acompañame, guacho. Yo lo seguí sin dudar un segundo. Era respetable por donde lo mires, a mí me daba ganas de estar con él todo el tiempo pero siempre creía que parecía un chupamedias así que lo saludaba de lejos o le cambiaba los temas de conversación para que creyera que yo estaba a la par, que éramos colegas, y que él hacía lo que yo quería. Era muy pelotudo, ya lo sé. Me transpiraba todo. El iba con una gabardina de invierno. Abríamos los libros y buscábamos la alarma. Lo hicimos con varios para que yo aprendiera. Es como una etiqueta, con un circuito dibujado, que pegan en alguna de las hojas del final. Con un cutter o trincheta le arrancaba la alarma y se la ponía a otro. Revisábamos muchos libros. En total, la "operación" duró como media hora. Fue larguísima para mí. Tenía agua en las manos, era tremendo. El los sacaba, los revisaba, si le gustaban los guardaba en la gabardina y después pasaba a otro libro y así. Cuando salimos, en Montevideo y Corrientes, me dio "mi parte". Un libro que nunca leí pero guardo como un tesoro.
Me acuerdo que cuando le agarró cáncer, se tomaba unos cócteles asquerosos, según decía. Un día llegó a la oficina y se sentó en mi escritorio:
-Me quedé dormido en el colectivo, ¿podés creer?
-Y... si estás cansado, te pasa, Fabio, no te preocupes.
-No, no es eso. Son esas pastillas de mierda que me dan. ¡Te das cuenta que un día de éstos me duermo y no me despierto más!- decía con lágrimas en los ojos.
Yo te juro, Walter; no me entraba una aguja en el ojo del orto, del cagazo. El tipo medía dos metros, un pelado con el carisma de King Kong se desmoronaba de a gotas y yo ahí sentado sin saber qué decir. Se levantó y me dio un beso de despedida que me mojó la mejilla. Al otro día volvió con unas pilas que no entendía si me había hecho una joda o qué. Llevaba un libro sobre Farmacología que tendría unas 800 páginas, ponele. Cuando pasó por mi escritorio empezó a gritar: "No me van a vencer, ¡¡estos hijos de puta no me van a vencer!!"
Falleció al poco tiempo. En el Rojas no hicieron mucha bandera pero a mí me pegó en el alma su muerte. Todavía conservo una foto de él y su mujer, abrazados, desnudos, de espaldas a la cámara. Era un flyer para una de sus obras. En los medios pusieron otra que me parece más copada.
4-¿Cuál fue el primer libro que influyó en vos de alguna manera?
Como que todos influyen a su manera. Porque también depende del momento en el que lo leés vos. Por ejemplo, la Biblia la leí dos veces en dos momentos distintos. Hablo del Nuevo Testamento. El Viejo lo leí para informarme, digamos. Pero me acuerdo que la primera vez que leí el Nuevo Testamento seguía a todos lados a mis amigos Lautaro y Luciano, evangelistas de la primera hora. Y nos hacían leer pasajes que me parecían interesantes. Después, cuando me rompí la rodilla y tuve que abandonar el fútbol, volví a agarrar la Biblia pero esa vez la leí de un tirón. Y leerla de un tirón es lo más. Siempre lo recomiendo porque te baja a tierra. Es un libro muy entretenido. Además es contradictorio y, si prestás atención, es un delirio pleno. La verdad que hasta te causa gracia. A mí me mostró que es todo un invento, que es todo "una gran operación". Uno dice esto, el otro dice lo otro y juntos, pero por distintos caminos, arman la gran historia de Jesús, el grosso. Un verso de novela. Pero tiene historias muy intensas. Y si Dios no existe, entonces no tenés techo. O lo ponés vos. Supongo que si lo leyera ahora sería otra cosa, obviamente. Pero haber visto cómo te chamuyan para que creas en algo me avivó y me hace cuestionar a todos los que dicen "hay que hacer tal o cual cosa". Sí, si sos medio gilún hacés lo que otros dicen, pero si no lo sos, creás vos mismo lo que te parece genial. O aprendés a admirar la humanidad de otros. Pero endiosar, la fe, todo eso te cierra los ojos. Y creo que la Biblia me enseñó a abrirlos para ver que guarda la batata, son sólo historietas.
5-¿Qué necesitás para ponerte a escribir?
Estar caliente. Horny, en inglés. Escribo al palo. Cuando tengo la pija parada me siento a pleno para escribir. Me excita pensar ideas que otros van a leer. A veces me mareo un poco y otras escribo con los codos pero casi siempre escribo recaliente. Alguna vez probé escribir fumeteado, borracho o en pelotas... sin resultados.
Lo que no me calienta mucho es corregir. Es la segunda etapa. Lo hago y veo que escribo como el reverendo orto. Pero está bien porque así aprendo qué hago bien y qué hago mal. La tercera etapa creo que sería la de lectura, en voz alta. Cuando muestro un texto es porque superó esas tres etapas; la escritura, la corrección y la lectura en voz alta. No entiendo mucho a los que dicen que no corrijen porque así como salió está perfecto. O tal vez, es envidia más que incomprensión. A mí, como sale, me sale mal. Lo trabajo mucho antes de mostrarlo.
6-¿Qué fue lo primero que escribiste?
Me gustaría citarlo pero no puedo. Escribía en un Rivadavia azul. Mis viejos querían que estudie y yo me la pasaba jugando al fútbol con amigos y en el club. Así que todos los días era una discusión. En ese libro ponía lo que me decían, lo que pensaba, las cosas que quería que les pase, las anécdotas de mis amigos. También empecé a escribir mentiras, porque si alguno agarra esos cuadernos (hice como diez) va a encontrar que era un galán, que todas las chicas me adoraban... ja. Qué versero. Ahí están, guardados en un cajón. A lo mucho que llego, ahora, es a mirarles el lomo. Pero hace rato que me da temor abrirlos y leer qué ponía cuando tenía 14 - 15 años.
7-¿Qué fue lo primero que publicaste? ¿Cómo lo ves ahora?
Lo primero que salió fue El Proyecto Cybercuentos. Estaba bueno agarrar un mail y mandarle un cuento a esa persona. Podía ser un mecánico o un abogado. Leían esos textos y hasta los comentaban. En ese momento me hacía bien que circularan los textos por la web. Tenía una arenga divertida que enviaba y ahora me resulta enternecedora. Eramos tan jóvenes. Pero me fue bien. Siempre me causa gracia escuchar autores diciendo "ya no me representa". ¿Ya no te representa? ¿Qué onda? ¡Eso representa "esa" etapa, ñato! ¡Cómo que "ya no me representa", papafrita! En esos textos se ve todo; la inmadurez, la inmediatez, la falta de reflexión, la ignorancia de un montón de cosas. Pareciera que estamos acostumbrados a comprar perfección y hasta tanto uno no sea perfecto no puede mostrar nada o debe ocultar lo que es; tristísimo además de patético. Yo estoy orgulloso de todos esos horrores impresentables. Ahora también tengo unos nuevos que mamita querida. Pero los viejos me recuerdan quién era. Y el que no entiende eso es un salame. Ver los primeros libros me causa mucha emoción porque ahí el autor no está careteando nada. Es sincero y brutal. El error es humano y es divino pero, sobre todo, generador de otras cosas mucho más estimulantes.
8-¿Qué estás escribiendo en este momento?
Una novela sobre Camino de Cintura. Hace poco terminé un trabajo sobre Internet que me fascinó hacer. Investigar está bueno pero me gusta más inventar, mentir, versear. Tengo mil ideas en la cabeza y, ahora que tengo auto, las puedo llevar adelante. Básicamente quiero recorrer el Camino de Cintura o la ruta provincial 4, desde San Isidro a Quilmes, ida y vuelta varias veces. En todo el recorrido hay magia y el texto no esquiva el bulto. Algunas imágenes son divertidas y otras un poco tétricas. Voy y vengo... pero seguro seguro me divierto.
9-Un libro imperdible
Entiendo de dos maneras esta pregunta:
Una manera) el libro que tengo y que si lo pierdo me la corto sería Chamamé de Leonardo Oyola editado por Salto de Página (editorial española). Me lo regaló cuando éramos amigos (en realidad a mí y a mi novia) y ahora que no lo somos más supongo que no lo consigo ni por chuchas. Además de ser primera edición es su mejor libro, lejos. Cuando salden el del subte veré si le gana al gallego. El otro que tampoco voy a conseguir de ninguna manera si lo pierdo sería Personajes hablándole a la pared de Alejandro Rubio (¡año 1994!) que se lo compré al Panchito Garamona en La Internacional por doce points. Habría una sub-categoría que vienen a ser todos esos libros que logré me dedicaran los autores. Los llego a perder y me la hago aspirar por un Critter.
Dos manera) el libro que cualquiera debe conseguir porque está buenísimo vendría a ser alguno de la Editorial Funesiana. Muevasé, querido, son re power. Pero también habría que leer autores de la Feria del Libro Independiente y A. Leerlos y ver de qué lado estás vos. Porque esos libros te dejan pensando eso: ¿y yo qué estoy haciendo?
10-Una definición de escritor.
Es el ñato que quiere contar algo y no le sale pero logra publicarlo en papel o (ahora) en un blog o sitio web. Al que se le entiende todo, le digo periodista. Pero al que no: escritor.
Gracias, Funes
weennaa! Me gustó mucho la nota, muchachos.
ResponderEliminarFeliz año nuevo!
Salúd.
¡Muy buena entrevista!
ResponderEliminarSe me antoja la versión masculina de Patti Smith, que cuando escribía se masturbaba catorce veces seguidas.
Había escuchado de la editorial y leo en TP a Lezcano el maestro. El principio de esto lo leí ahí. Ahora llegué por Funes acá y voy a ver qué onda el resto.
ResponderEliminarSaludos,