No creo en Dios. Pero creo fervientemente en la feria de Solano. Es un verdadero acto de fe ir cada miércoles y sábado a patear y buscar y, en una de esas, encontrar esas páginas que uno tanto busca. Yo busco libros, cada uno con su mambo, pero si vos vas te podés encontrar con cualquier cosa, lo que te imagines. Desde herramientas hasta platos de porcelanas, desde devedés de películas recién estrenadas en el cine hasta piezas ortopédicas. Todo por un precio increíble. La feria en ese sentido también tiene una cualidad religiosa: es generosa. Por unos pocos morlacos la felicidad se materializa en formas impensadas y atractivas. Ahí descubrís aquello que tu corazón te está pidiendo. Por supuesto, eso no lo sabés hasta que lo tenés enfrente. Y agradecés.Al fondo de Quilmes, en el área oscura y despiadada, se ubica esta maravilla emergente que tuvo ese origen a partir del empobrecimiento de una amplia zona del país que siempre se creyó aristócrata.
Este suelo con nombre de santo se llama San Francisco Solano y es famoso por dos cosas: un alto índice de delitos y Nazarena Vélez. Así es, ella es nuestra máxima contribución al mundo de la cultura. Y esto lo digo sin ironía. En ella se plasman muchas de las obsesiones de nuestro ser nacional: fama injustificada, vacío parlamentario y un buen orto...
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