El principio es todo



Por Martín Rez


Recuerdo estar de la mano de mi mamá. Aún no era de noche. Yo tenía seis años. Ella unos cuantos más. Estábamos haciendo una cola larga. Hacía poco que habíamos salido de un pequeño infierno y en ese momento no la estábamos pasando nada bien, pero era un paraíso comparado con lo que habíamos dejado atrás. Mi vieja llevaba una olla en la mano. Yo la miraba y veía que su semblante había mejorado bastante. Uno no sabe lo que es libertad hasta que escapa de una cárcel. Su rostro ya mostraba unas ligeras muecas, casi sonrisas. Esas eran buenas señales. Por ahí se mandaba unos chistes sin gracia. Yo me reía de la pura felicidad que me causaba ver que esa mujer había recuperado el alma.
Avanzábamos lentamente. El suelo de tierra bajo nuestros pies. Unas casas interminables a los costados y el cielo empezaba a ponerse negro sobre nuestras cabezas. No era lluvia ni nada, solamente la noche.
Se nos vino la noche. Una vez más.
Finalmente nos tocaba a nosotros. Mamá extendió la olla con las dos manos y una señora gorda revolvió con un cucharón enorme algo en una olla mucho más grande que la nuestra. Sacó el cucharón y en dos volcadas nos cargó de comida.
Cuando volvíamos para casa, mamá no podía darme la mano, así que la tomé del pantalón. Me daba seguridad saber que tenía algo de que agarrarme. Entramos al ranchito que se sostenía a duras penas y me senté a esperar el morfi. Teníamos un solo plato hondo, en donde mamá me sirvió. Largaba un humito de propaganda nuestra cena. Y un aroma que prometía muchas alegrías. La vieja comió en la olla directamente. Mientras le dábamos duro a la cuchara, miraba a mamá. Ella comía tranquila, saboreando cada sorbo con el tiempo necesario como para degustarlo. Yo le entraba como si fuera un cerdo en el barro. Así era la vieja: enseñaba sin decir una palabra. Esa es la cena más hermosa que recuerde. Y yo, casi vente años después, aprendí.

Luego de vagar y buscar respuestas en lugares equivocados, me di cuenta que todo estaba ahí. Ese era un comienzo increíble. La vi a mi vieja empezar de nuevo. Desde cero, desde menos diez, con al lona en los talones y, lo mejor de todo, sin miedo en los ojos. La vi mezclar las cartas y tirarlas sobre la mesa y pararse, sacar pecho y enfrentar el viento y no mirar atrás.
Nunca es tarde. Nunca es una palabra de mierda.

Todo lo que vino después no me costó nada porque lo peor ya había pasado. No he cambiado casi nada desde entonces. No creo que el tiempo haga mucho con nosotros. Todo se define muy pronto en la vida. Por eso la escritura vino como consecuencia natural. Un escape a mejores mundo. Y antes la lectura como refugio. ¿Qué mejor que un buen libro cuando tu mundo se cae a pedazos? Lo que quiero decir es que nunca pude zafar de lo soy y que ahora me puedo aceptar, y entenderlo me llevó demasiado tiempo; sin embargo, a veces pasa, como en este caso, que tarde es el momento indicado.
(Fragmento)

2 comentarios:

  1. Excelente fragmento!! Quién es Martín Rez????
    Saludos Walter y flia.

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  2. Querido Chemba´e: es un amigo de Solano que está escribiendo una novela y nos regaló este fragmentopara mostrar lo que hace. Me alegra que te haya gustado. Con suerte lo editamos el año que viene.
    Abrazo,
    Walter

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