Está fue la frase que eligió García para promocionar “el regreso” y esa era la premisa: ¡volver a verlo!
La última cita que tuve con el señor Say no more fue hace exactamente dos años. Un lunes por la noche con mi confidente y un wisky en la barra de El teatro, mientras el barman nos comentaba que Charly cuando bajó del avión, de uno de sus viajes a Chile, lo primero que dijo fue “conseguime un tiro”. Esa noche lo encontramos maravilloso en su propio caos, con el enojo fácil. Los motivos iban desde un error en el sonido (el genio no los tolera) a un plomo que en lugar de dejar la botella de champán sólo le sirvió una copa. Esa noche la intimidad del show nos invadió y me dejó la sensación de que algo no estaba bien. Tiempo después el caos llegó a su límite, a ese lugar que ni el propio artista puede soportar.
La última cita que tuve con el señor Say no more fue hace exactamente dos años. Un lunes por la noche con mi confidente y un wisky en la barra de El teatro, mientras el barman nos comentaba que Charly cuando bajó del avión, de uno de sus viajes a Chile, lo primero que dijo fue “conseguime un tiro”. Esa noche lo encontramos maravilloso en su propio caos, con el enojo fácil. Los motivos iban desde un error en el sonido (el genio no los tolera) a un plomo que en lugar de dejar la botella de champán sólo le sirvió una copa. Esa noche la intimidad del show nos invadió y me dejó la sensación de que algo no estaba bien. Tiempo después el caos llegó a su límite, a ese lugar que ni el propio artista puede soportar.
Ayer 23 de octubre de 2009, miles de personas fueron testigos del renacer de las cenizas de este ave poderosa que siempre mantuvo su libertad.
La primera parada fue en un bar cerca de casa. Y mi compañera de emociones era alguien que por primera vez iba a un recital. Nos tomamos una cerveza mientras la ansiedad empezaba a picar en la sangre y ahí nomás arrancamos. El viaje fue largo. Es el karma de vivir al Sur. Casi todo lo que me gusta pasa del otro lado del puente Pueyrredón. No podíamos captar la frecuencia del clima del recital. Por más que no esforzamos, el único clima que percibimos fue que la noche caía con una tormenta que parecía el fin del mundo, pero nosotras sabíamos que el fin del mundo ya pasó, así que no problem.
Llegamos a Plaza Constitución, donde los hombres al salir del trabajo también tienen su happy hour, con lata de cerveza o cajita de vino en mano. Lo bueno es que se vuelven muy amables y muchos nos indicaron cual era el mejor camino a Velez según su parecer. Así subimos al 96. No recuerdo ninguna anécdota en éste colectivo pero sé que Charly no se hubiese tomado un tren. Nos bajamos en Liniers, esperando ver las remeras gastadas. Pasada ya la hora señalada pero no pasaba nada . Hasta que cruzamos el paso nivel y tímidamente los brazaletes aparecieron. Todo inspiraba paz y se notaba que la euforia había quedado en otro lado.
Entramos por la puerta seis intentando buscar un buen lugar, lo que se complicaba por varios motivos: una idea comercial de habilitar un VIP dentro del campo y que alejó mucho al público y una pantalla muy pequeña. En ese momento decidí que lo importante iba a pasar por mis oídos y no ya por mis ojos. Y así fue. Charly fue una voz que sobrevoló Velez. No recuerdo con que tema empezaron pero entre los elegidos hubo regalos inesperados. Temas como canción de 2x3, no te animás a despegar, Adela en el carrusel, llorando en el espejo, me encontraron cantando en pleno silencio, en ese donde las almas se conmueven. Y sumado a esto, la presencia del Flaco. Ese Spinetta que alguna vez dijo que a Charly son más las cosas que lo iluminan que aquellas que lo ensombrecen. Y naturalmente en esa noche ambos iluminaron y fueron el impermeable para tanta lluvia. Así lo dijo García: Say no more es impermeable, estamos haciendo música sub acuática.
Ya no importa si esta gordo o flaco, si se mueve lento y sigue pensando rápido. Charly concentro su fuerza en la voz, que hacia años que no se oía tan bien, hizo arreglos a temas que rozan la perfección y eligió los mejores aliados para recomenzar el vuelo. Los chilenos, que deben ser de lo mejor que hay por esos lados, Hilda que con su voz cuida cada canción y el Zorrito que se calza parte de la histriónica del show. Y por sobre todo, más allá de todo, antes y después, siempre: la música.
Llegamos a Plaza Constitución, donde los hombres al salir del trabajo también tienen su happy hour, con lata de cerveza o cajita de vino en mano. Lo bueno es que se vuelven muy amables y muchos nos indicaron cual era el mejor camino a Velez según su parecer. Así subimos al 96. No recuerdo ninguna anécdota en éste colectivo pero sé que Charly no se hubiese tomado un tren. Nos bajamos en Liniers, esperando ver las remeras gastadas. Pasada ya la hora señalada pero no pasaba nada . Hasta que cruzamos el paso nivel y tímidamente los brazaletes aparecieron. Todo inspiraba paz y se notaba que la euforia había quedado en otro lado.
Entramos por la puerta seis intentando buscar un buen lugar, lo que se complicaba por varios motivos: una idea comercial de habilitar un VIP dentro del campo y que alejó mucho al público y una pantalla muy pequeña. En ese momento decidí que lo importante iba a pasar por mis oídos y no ya por mis ojos. Y así fue. Charly fue una voz que sobrevoló Velez. No recuerdo con que tema empezaron pero entre los elegidos hubo regalos inesperados. Temas como canción de 2x3, no te animás a despegar, Adela en el carrusel, llorando en el espejo, me encontraron cantando en pleno silencio, en ese donde las almas se conmueven. Y sumado a esto, la presencia del Flaco. Ese Spinetta que alguna vez dijo que a Charly son más las cosas que lo iluminan que aquellas que lo ensombrecen. Y naturalmente en esa noche ambos iluminaron y fueron el impermeable para tanta lluvia. Así lo dijo García: Say no more es impermeable, estamos haciendo música sub acuática.
Ya no importa si esta gordo o flaco, si se mueve lento y sigue pensando rápido. Charly concentro su fuerza en la voz, que hacia años que no se oía tan bien, hizo arreglos a temas que rozan la perfección y eligió los mejores aliados para recomenzar el vuelo. Los chilenos, que deben ser de lo mejor que hay por esos lados, Hilda que con su voz cuida cada canción y el Zorrito que se calza parte de la histriónica del show. Y por sobre todo, más allá de todo, antes y después, siempre: la música.
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