La cofradía en la vidriera



Construcciones bajas a medio pintar, terrenos baldíos y veredas rotas forman el paisaje de San Francisco Solano, la localidad que ocupa los últimos rincones del partido de Quilmes. En una de las tantas calles de tierra o barro, según quiera la lluvia, hay un portón de chapa: en esa casa se hacen libros.

Adentro, Walter Lezcano, creador de Mancha de Aceite, mueve de arriba abajo una aguja de coser matambre: está uniendo páginas de cuentos. Desde hace un año, cada vez que vuelve de dar clases de Lengua y Literatura en colegios secundarios, ejerce entre esas cuatro paredes su nuevo oficio. Pero, él sabe, no es el único ni el primero que fundó una editorial invirtiendo poco más que una impresora doméstica: en Buenos Aires, e incluso en el país, otros escritores también fabrican libros con la mano, es decir, que cortan papel, lo pegan, lo cosen y lo diseñan, además de pensar y elegir con qué palabras rellenarlo. Tanto Mancha de Aceite como Clase Turista, Funesiana, La Gota, Eloísa Cartonera y Colección Chapita forman el conjunto de proyectos que ingresaron al mercado editorial valiéndose de su capacidad para encuadernar y autogestionarse. Hacen tiradas que arrancan desde 12 ejemplares, pero entre todas ya sacaron a la calle 200 títulos y llegaron a vender mil copias de algunos de ellos. Fueron creadas por poetas y narradores que se apropiaron del derecho a publicar y que se debaten entre ser la consecuencia rebelde de una industria editorial que los dejó afuera o la consagración del deseo de experimentar el texto desde su materialidad y desde el placer, para revalorizar al libro como objeto y espacio fundamental de la literatura.


2 comentarios:

  1. Walter/Patricia: Buenisima nota! Felicitaciones. La mancha se extiende.
    Abrazo lejano desde NJ.

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  2. Gracias, amigo!!!! sos lo más!!!! abrazo grande para vos y Lili. ah, muy grosos los libros que me pasaste en Baires.

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