La dama de las sandalias. (Fragmento)

Por Walter Lezcano


Recuerdo esa primera vez que salí a la calle convertida en una mujer. Convertida en Sandra.
Caminé como quien pisa por primera vez el suelo, con cierto temor pero con la confianza de saber que cada paso se afirma en el anterior. Por supuesto, no estaba sola, para estas cosas hay que tener compañía, alguien que te ayude por si tus piernas no sostienen la seguridad que tiene tu corazón. Recuerdo esa primera vez en que Marta trajo de su casa la mejor ropa que tenía, que probamos durante varias horas, hasta que encontramos la vestimenta adecuada para la ocasión. Dimos con esa ropa que formaría parte más de mi vida, que de mi ropero. Hasta que hallamos ese vestido que me quedaba como si esa fuera la ropa que siempre tendría que haberme opuesto. Como si hubiera estado confeccionada para ajustarse a mi cuerpo y no soltarme, no dejarme ir.
Me miré al espejo, y fue verme por primera vez. Fue descubrirme y descubrir que la vida puede vivirse de esa manera también, empezando de vuelta. Fue contemplar en el espejo a una persona que de en ese momento encontró su propia piel. Fue encontrar un destino. Y como todo destino, uno no lo busca sino que es atrapado por él, llega a nuestra vida sin que nosotros podamos hacer nada para detenerlo, solo hay que entregarse como a lo inevitable.
Me miré en el espejo. Mi pelo largo, ondulado, ahora estaba enmarcando a un nuevo rostro. Un rostro maquillado, un rostro cubierto con los cosméticos que Marta trajo para cubrirme el semblante de una patina de luz artificial. Miré mis pies y Marta me había comprado unas sandalias negras bellísimas. Me quedaban un poco ajustadas en los costados, pero no me importó. Porque sentí como si ese fuera un detalle esencial en la conformación de esta nueva vida que estaba empezando. Con esas sandalias me veía como si tuviera pie de doncella. Como si fuera una cenicienta sin reloj a la vista que rompa el hechizo.
Recuerdo esa primera vez. Caminado en la vereda, adueñándome de un mundo nuevo para mí.
Con el correr de las cuadras me fui sintiendo cada vez más mujer. Hasta que no tuve noción de haber sido alguna vez otra persona, como si lo que estaba escrito en mi documento no fuera más que un error del registro civil. Sandra desde siempre.
Y caminamos hasta que le pregunto a Marta sí me acompaña hasta la casa de Reyna. Ella no sabe nada de esto y presiento que le estoy dando un nuevo motivo para hacer lo que mas le gusta: organizar fiestas con cualquier excusa.
Y vamos, y le toco el timbre. Y ella abre, con esa mala costumbre que tiene, sin preguntar, y la mira a Marta y luego me mira. Se sorprende de una manera tan explícita que pega gritos, me abraza, y me dice lo más cariñoso que le sale en el momento:
- Qué hija de puta que sos. Bienvenida al club. ¿Cómo te llamo ahora?... ¿Sandra?...Te queda perfecto.
Y luego lo que ya sabía que vendría:
-Esto hay que festejarlo. - Entonces me dice que estoy hermosa, que soy la mujer más linda que conoce, y la mira a Marta:
- Sin ofender, querida. ¿Pero viste lo linda que es? - Marta no se ofende. Reyna que no para de hablar porque hace un tiempito que no nos vemos, me pide disculpas, me dice que llamaba a mi casa a ver como estaba, que hablaba con Marta y así se enteraba de mi evolución, yo la calmo, le digo que esta todo bien, que la entiendo. Me dice que si sabía que saldría así de la cama me hubiera acompañado mas tiempo.

Reyna que halaga la ropa, y cuando se entera que es de Marta le comenta:
- Si sabía que tenías esta pilcha, te la pedía prestada, nena. - Luego mira a mis pies y encuentra hermoso lo que calzan:
- Mirá que sandalias preciosa que tenés. Es lo mas lindo de todo.¿Donde las compraste? - Me pregunta. Marta le contesta porque ella las compró. - Yo quiero una igual, no mejor no, sino te las quemo. Son de locura, aparte delicaditas. Y te quedan rebién. Vos mas que dama de las camelias sos la dama de las sandalias- dice bautizándome. Luego de ver mi rostro impávido me pregunta-¿Sabés de que te hablo? ¿ Leíste La dama de las camelias? - Cuando escucha mi negativa me reta- A ver si alguna vez lees algo en serio, y no esa basura que tenés en tu biblioteca. Después te lo paso.
La fiesta se realiza esa misma noche en la casa de Reyna, y se llena de gente. Es mi presentación en sociedad, y también mi bautismo como mujer.
Se preparó toda una puesta en escena en la que se representa una ceremonia religiosa, y se lleva a cabo mi bautismo. Marta hace de mí madre y Reyna de mi padre. Unos amigos los padrinos. Un invitado, un actor del under porteño, hace de cura, y los presentes son los feligreses. En una jarra ponen Champaña, y la arrojan sobre mi cabeza como si fuera agua bendita.
Cuando terminamos la ceremonia aplauden todos. Reyna toma la palabra y pide silencio; los invitados prestan atención:
- Quiero que todos levantemos nuestras copas o botellas en alto, para dar la bienvenida a este mundo a una nueva mujer, que es tan linda que quizás nos robe clientes a nosotras, pensándolo bien vamos a matarla, no, es una joda. Ella es Sandra. Así que todas juntas a la vez:
¡Bienvenida Sandra!
- Y ya que la bautizamos, y puede entrar en nuestro reino, vamos a desearle suerte como lo hacemos siempre. Todas juntas a la vez:
¡Por el futuro de Sandra!
La fiesta termino el otro día, como las buenas fiestas, a la mañana, cuando el sol lastima y cualquier sonido aturde.
A la noche volví a trabajar. Pero cambie de lugar, me traslade de calle, dada mi nueva condición. Fui acompañada por Reyna, lo que produjo que no me gane el odio de ninguna de las otras chicas. Me dijo donde podía trabajar,
que lugares ocupar, para no usurpar el territorio de nadie.
Fue una buena noche. Y las que siguieron también. Me vino bien. Mis arcas estaban completamente vacías. No tenía un mango debido a los gastos que tuve por lo de mi madre. El viaje, el servicio fúnebre, la cremación, el cofre.
Parece que Sandra consigue más mejores y clientes.

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