Sobre partes de guerra


Por Betiana Medina

Ése refugio que es la literatura.

Miro sus tapas de cartón, la sencillez de su presentación, dándole todo el lugar a las palabras, el artesanado con el que sé que fue hecho, y es una satisfacción comenzar a leerlo.
Una idea que parecía posible sólo en el terreno de la imaginación hoy es un libro, el objeto libro, y no solamente eso, sino toda una editorial. Esto es mucho decir en un lugar a veces tan inhóspito como San Francisco Solano. Y demuestra que jamás debemos abandonar aquello que nos moviliza. Hoy siento real esa frase que escuche por ahí sobre que un hombre puede abandonar todo menos su pasión. Creo que si la abandonara se vería reducido a una sombra, y ¿si nunca la encontrara?, ni siquiera puedo atreverme a pensar en eso.
Partes de guerra es un libro sobre el que se puede volver una y otra vez. Tanto como para recordar alguna bella frase, esas que no buscan los ornamentos sino que se inyectan en pequeñas dosis ante algunas emergencias del alma, como también para encontrar las razones que a veces se nos escurren entre las manos. Esas que se desvanecen en el día a día, cuando recibimos los bombardeos de muchos de nuestros pibes, cuando nos invaden sus carencias de todo tipo y se transforman en balas que nos rozan, dejándonos la estruendosa verdad.
Cada relato nos pone en situación, de una manera veloz y auténtica. Encontramos historias personales crudas pero que no buscan el dramatismo sin sentido sino demostrar que lo que somos depende en un alto grado de aquello que vivimos. Aparecen ironías puestas en los lugares indicados, y una interesante fusión del lenguaje. Se Abren puertas a valiosos interrogantes que parten de lo cotidiano en la vida de un docente pero por sobre todo de un ser humano. Se ponen sobre la mesa realidades que algunos ya cansados de ver deciden ignorar o peor aún, aceptar. Pero por suerte otros, todavía corren esperanzados por tratar de alcanzar el tren de la igualdad, en el que estén las armas para alejar por lo menos algunas de las miserias del paisaje de todos los días. Porque un niño necesita comer tanto como pensar, es así de simple.
En cada texto se muestran convicciones, esas que siempre se precisan recordar. Es una mirada interna sobre las batallas diarias y las pequeñas grandes recompensas conseguidas en ése campo árido en el que se ha convertido la educación. Y a todo esto, se suma ella, la literatura. Que es mujer y en consecuencia un refugio. Una espectadora de ésta realidad y protagonista al mismo tiempo. Y acá hay que decir sin lugar a dudas que alguien que define el encuentro con la literatura como “algo groso”, es alguien que define con la simplicidad de lo profundo y lo esencial. Y los amantes de esa escurridiza mujer así lo entendemos.
De abrir el juego, de eso se trata. Sin estrategias frías sino con los planes que impone la pasión. Trazar un camino. Y en eso, partes de guerra es un muy buen comienzo. Como diría el autor, y todo por haber leído un libro.

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